miércoles, 18 de noviembre de 2009

Cuidando a los motores del cambio

En las iglesias, tal como en el mundo en general, existe toda clase de personas. Hablando, por ejemplo, en términos de participación, hay algunas que no se meten en nada ni con nadie y tienen la capacidad de abstraerse con facilidad. Pueden estar rodeadas de problemas y/o necesidades, pero, en cierto modo, “deciden” no complicarse y, hasta donde se ve, lo consiguen.

Otras, sin embargo, por una decisión tan divina como en el caso anterior, no nacieron con ese carácter. Ven todo, incluso lo que no quieren ver, y dependiendo de si es bueno o es malo, se sienten afectadas de algún modo. No pueden abstraerse. No pueden dar vuelta la página sin reaccionar de manera concreta.

Todos debemos entendernos unos a otros, pero en esta oportunidad quiero invitar a los del primer grupo a acoger a los no-siempre-agradables del segundo. Sé que a veces estos últimos parecen andar demasiado preocupados tocando campanas de advertencia (emitiendo un sonido que generalmente no es dulce), pero les aseguro que más de alguna vez fueron precisamente ellos quienes impulsaron esos cambios que luego nos han beneficiado (y no por ser revoltosos ni sedientos de poder, sino por aspirar a algo mejor).

0 comentario(s):

Publicar un comentario